Este mes hemos seleccionado un poema de título North Haven, de la escritora y poeta estadounidense Elizabeth Bishop. Fue poeta laureada de su país en 1949 y recibió el premio Pulitzer de poesía en 1956.
North Haven – Poem by Elizabeth Bishop
In Memoriam: Robert Lowell
I can make out the rigging of a schooner
a mile off; I can count
the new cones on the spruce. It is so still
the pale bay wears a milky skin; the sky
no clouds except for one long, carded horse¹s tail.
The islands haven’t shifted since last summer,
even if I like to pretend they have–
drifting, in a dreamy sort of way,
a little north, a little south, or sidewise–
and that they¹re free within the blue frontiers of bay.
This month our favorite one is full of flowers:
buttercups, red clover, purple vetch,
hackweed still burning, daisies pied, eyebright,
the fragrant bedstraw’s incandescent stars,
and more, returned, to paint the meadows with delight.
The goldfinches are back, or others like them,
and the white-throated sparrow’s five-note song,
pleading and pleading, brings tears to the eyes.
Nature repeats herself, or almost does:
repeat, repeat, repeat; revise, revise, revise.
Years ago, you told me it was here
(in 1932?) you first «discovered girls»
and learned to sail, and learned to kiss.
You had «such fun,» you said, that classic summer.
(«Fun»–it always seemed to leave you at a loss…)
You left North Haven, anchored in its rock,
afloat in mystic blue…And now–you’ve left
for good. You can’t derange, or rearrange,
your poems again. (But the sparrows can their song.)
The words won’t change again. Sad friend, you cannot change.
North Haven – Poem by Elizabeth Bishop
A la memoria: Robert Lowell
Puedo distinguir el aparejo de un velero
A una milla de distancia; puedo contar
las nuevas piñas en el abeto. Es así que todavía
la pálida bahía lleva una tez lechosa; el cielo
sin nubes a excepción de una larga, cardada cola de caballo.
Las islas no han cambiado desde el verano pasado,
aún si me gusta pretender que lo han hecho–
a la deriva, como en sueños del camino,
un poco al norte, un poco al sur, o de soslayo —
y que son libres dentro de las fronteras azules de la bahía.
Este mes, nuestro favorito, está lleno de flores:
ranúnculos, trébol rojo, púrpura vicia,
la vellosilla sigue ardiendo, margaritas de varios colores, eufrasia,
el fragante galio de incandescentes estrellas,
y más, regresó, para pintar los prados con deleite.
Los jilgueros están de vuelta, o otros como ellos,
y el canto de cinco notas del gorrión de cuello blanco,
rogando y suplicando, trae lágrimas a los ojos.
La naturaleza se repite a sí misma, o casi lo logra:
repetir, repetir, repetir; revisar, revisar, revisar.
Hace años, me dijiste que estaba aquí
(En 1932?) Primero «descubriste chicas»
y aprendiste a navegar, y aprendiste a besar.
Tenías «tanta diversión», dijiste, ese clásico verano.
(«Diversión» – siempre parecía dejarte perdido …)
Dejaste North Haven, anclado en su roca,
flotando en azul místico … Y ahora – te has marchado
para bien. No puedes desarreglar, o arreglar otra vez,
tus poemas de nuevo. (Pero los gorriones pueden cantar)
Las palabras no van a cambiar de nuevo. Amigo triste, no puedes cambiar.
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